"Tu , que entendías todo lo que viví,
parecía que me veías sin juzgarme,
comprendías más allá de las palabras.
Sabías mis sensaciones,
dudas y
vaivenes,
mis sueños más elevados,
mis
anhelos más profundos,
mis más
dormidos pesares.
Tu que sobre entendías
y sabías lo que hacías,
guiabas mis pasos, mi mente y mi alma.
Sabías que me sentía perdida,
cuánto añoraba hallar la paz infinita,
el gozo
eterno, la vida en vida,
vivir
lo más puro del amor y la calma.
Dejé que me llevaras a donde decías que debía estar,
que me marcaras el camino,
me dieras fuerza y coraje y
ayudases a
que se coloque todo en su sitio
para poder dar pasos seguros,
con confianza y fe de que todo estaría bien.
Había elegido quedarme donde estaba
y entregué
todo lo para ello,
ese camino y lugar,
tenía sus
gratos momentos,
más una profunda tristeza anidaba.
En mis sueños te veía,
pero me
faltaba arrojo y suerte,
La mano que me guiaba y regalaba cada día,
tu.
Que ahí
estabas
aunque todo dificultaba mi visión,
me dabas el coraje de seguir adelante.
Sin saber muy bien donde debía ir,
cuando y como ni con quien.
Había pedido que me protegieras,
me
amaras y fueses feliz a mi lado,
nos llenásemos de regalos cada día,
no
materiales sino de amor
y actitudes que nos colmaran.
Esos momentos solía creer
que todo
valía la pena.
Harta de carencias,
de mendigar, de aguantar,
soportar y cargar un peso enorme.
Necesitaba ese abrazo,
esa mano, ese vamos a vivir y disfrutar
de una
cena, de un paseo, de un viaje,
de una sorpresa, sentirme grande, única bella,
tranquila
y bien para siempre,
protegida, hombro a hombro.
Y no temer jamás,
a nada, ni nadie.
Y que no me sobres,
ni me
faltes, si me arropes
y nos
llenemos de ser y dicha de vivir..."